¿Alguna vez te has sentido atrapado en un ciclo interminable de mala suerte? ¿Te has preguntado por qué todo te sale mal? Puede ser desalentador y agotador cuando sientes que nada en tu vida va bien. Sin embargo, es importante entender que esta sensación no es única, y hay razones detrás de por qué algunos experimentamos períodos en los que simplemente nos llueve sobre mojado.
Ponte a pensar, cuántas veces en el año puedes llegar a pensar "todo me sale mal" "qué mala suerte tengo" "por qué no puedo ser feliz un momento de mi vida" y entras en un círculo donde parece que lo único que ves son deudas y deudas, cero oportunidades, peleas con tu pareja o tus familiares, o que no hay día en el que no te estreses por no sentirte productiva o productivo.
Pues en este artículo, exploraremos qué ocurre en nuestra mente cuando sentimos que todo va mal y por qué algunos parecen tener buena suerte mientras que a otros les sale mal TODO. ¡Empecemos!
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¿Por qué unos tienen buena suerte y a mí todo me sale mal?
La idea de la buena suerte y la mala suerte es algo que a menudo nos preguntamos. ¿Por qué algunas personas parecen tener éxito en todo lo que emprenden, mientras que a otras les cuesta avanzar, por qué no soy delgada como esa otra persona? etc...
En realidad, no creas que tienes el cuerpo que tienes porque te tocó a ti o te tocaron por suerte esos papás, o que por mala suerte no te fluye el dinero y se te va de las manos… para nada. Todo lo que está en nuestra vida forma parte de un diseño pedagógico que es matemáticamente exacto para las necesidades de nuestra comprensión y así poder completar este proceso de evolución.
Te voy a explicar un poco más... Imagina que estás en una habitación llena de objetos, y cada uno de ellos tiene un propósito específico. Algunos te hacen sentir bien, mientras que otros no. Puedes pensar que todo esto es casualidad, que las cosas buenas llegan por suerte y las malas son producto del destino. Pero, ¿y si te dijera que hay una ley en el Universo que explica todo esto?
Esta ley se llama la Ley de la Correspondencia.
Según esta ley, todas las experiencias que vivimos, ya sean agradables o desagradables, tienen un propósito único: ayudarnos a cumplir nuestra misión en el mundo.
Lo interesante es que las experiencias que atraemos tienen mucho que ver con lo que ya hemos aprendido y lo que aún nos falta por comprender. Lo que hemos aprendido nos trae resultados positivos, mientras que lo que aún no comprendemos nos trae resultados negativos.
Entonces, ¿qué significa todo esto? Básicamente, cada cosa que sucede en nuestra vida es nuestra responsabilidad y está en perfecta sincronía con nuestros actos e intenciones. No hay coincidencias ni suerte aleatoria. Todo lo que tenemos y experimentamos es resultado de nuestro trabajo interior, compromiso y aprendizaje.
Recuerda, todo lo que sucede es exactamente lo que necesitamos en cada momento. En cada rincón del planeta, solo ocurre lo que debe existir y lo que debe suceder. No le ocurre nada a nadie que no le corresponda.
Así que la próxima vez que te preguntes por qué te suceden ciertas cosas en la vida, recuerda la Ley de la Correspondencia. Tú eres el creador de tu realidad y todo está en perfecta armonía con tu propósito.
De ahí la importancia de entender las leyes del Universo y fluir en armonía con ellas. Porque si no lo hacemos, al querer ir en contra de las leyes, el Universo nos bloquea.
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Nuestra mente está conformada por 3 zonas.
Es importante comprender esta división en nuestra mente para identificar en qué zona nos encontramos, por qué nos encontramos ahí y cómo podemos empezar a trascender, a llenarnos de luz para llegar a la zona más alta para poder ver la vida como la vida es, sin miedos, sin estrés y sin oscuridad.
La parte de abajo, la zona de oscuridad, es como si fuera el sótano. Cuando yo caigo en estados de ansiedad, depresión, de angustia, quiere decir que mi mente se fue a esta zona y aquí no podemos ver absolutamente nada, porque estamos debajo del piso.
Aquí es donde residen nuestros miedos más profundos, nuestras creencias limitantes y nuestras experiencias traumáticas pasadas. Cuando nos dejamos llevar por la sombra, nuestra percepción se vuelve aún más distorsionada y es fácil caer en un ciclo de autodestrucción.
En la zona de penumbra, tal vez sí te entra un poquito de luz, pero aún no vemos con claridad lo que está ocurriendo. Se podría decir que es el estado “normal”, pues aunque no necesariamente estamos deprimidos, aún no nos llega la luz por completo.
La zona de luz es la más alta, equivalente al “penthouse” del edificio. Aquí sí podemos ver con claridad todo lo que ocurre, nos llenamos de luz.
Esta también es la zona de los maestros espirituales, y para llegar aquí tenemos que aprender a trascender todas nuestras limitaciones, bloqueos, creencias negativas y nuestra mentalidad de escasez. Para eso se requiere de mucho entrenamiento espiritual, eliminar los egos, los problemas, todo aquello que te inquieta.
Lo que mueve a mi mente de la zona de oscuridad a la zona de luz es mi energía vital. Todos producimos energía vital todos los días. Y las cosas que hacemos, pensamos o decimos, pueden gastar energía o generar más energía.
¿Cuándo yo dejo caer mi energía vital?... cuando:
Sin darme cuenta me pongo en un plan de víctima en donde siento que el mundo entero está en mi contra.
No sé cómo manejar el miedo a perder un ser querido o a que me despidan de mi trabajo.
No puedo aceptar una situación por no saber lo que pueda pasar en el futuro.
Estoy en constante conflicto con las personas.
Trabajo demasiadas horas.
No le doy a mi cuerpo alimentos nutritivos.
Gasto mucha más energía vital de la que generó.
Entre otras cosas que hacen que mi mente entre en zonas de oscuridad, ansiedad y depresión.
Por eso, cuidar tu energía vital y reconocer qué leyes universales estás violando en este momento y te están generando bloqueos, es ¡importantísimo!
Y 🤯 mi clase gratuita será perfecta para ti, si quieres empezar a hacerte correspondiente y responsable con todo lo que el universo (las leyes, tus dones y la energía) ya ha dispuesto para cada uno de nosotros.